“La mejor manera de no decepcionarse es no esperar nada de nadie”. ¿Conocías este refrán?  Vivir con esperanzas es lo que nos motiva a seguir adelante y a nunca bajar los brazos, pero cuando esas esperanzas están depositadas en otros y no dependen directamente de nosotros, corremos el riesgo de sufrir decepciones esperando algo que nunca llega.



  Esperamos que nuestros sueños se realicen, que otros reaccionen como nosotros deseamos, que nos amen como nosotros amamos… 

  En resumen, queremos que otros sientan como nosotros sentimos. ¡Grave error! Y cuando eso no ocurre, sentimos que nuestro mundo se hunde.

  El filósofo William James, fundador de la psicología funcional, desarrolló varias teorías sobre cómo ser feliz, y una de las principales consistía en que debíamos minimizar nuestras expectativas. Es decir, no esperar tanto de otros y no esperar tanto en general.

  Sabemos que puede parecer injusto y un tanto frío, porque sobre todo en lo que concierne a las relaciones personales, es inevitable no tener esperanzas o expectativas.


  Esperamos ciertos comportamientos de la persona que amamos, como ser amados al mismo tiempo, ser valorizados o defendidos; pero a veces esto que esperamos nunca llega.

 Quien espera demasiado de los demás termina por sentirse herido o termina por culpar a los otros por no responder a las expectativas.

No esperar nada abre otras posibilidades.


  Adoptar la posición de no esperar nada de los demás, abre la posibilidad a que cuando algo inesperado llega, nos sorprenda gratamente. La decepción nunca puede herirnos en este caso, porque al no tener expectativas sobre nada y sobre nadie, simplemente disfrutamos de lo que se presenta.

  No debemos pensar que lo que esperamos de algunas personas y nunca llega, es porque no nos quieren o porque no nos toman en consideración.

  En ocasiones, las personas no pueden estar a la altura de nuestras expectativas o simplemente no son capaces de reaccionar como nosotros esperamos. 



 En ese caso, debemos enfocarnos en relacionarnos con otros que estén capacitados para brindarnos lo que necesitamos de manera fluida, natural y sin esfuerzos.

Aceptar esto como un hecho, nos permite adaptarnos mejor a nuestro entorno.


1 – Las personas no son como tú:


  Todos fuimos criados de diferentes formas. Por lo tanto lo que para ti es una obviedad, para los demás puede no serlo.

  El día que puedas entender esto, seguirás haciendo lo que tu creas que corresponde, pero no estarás a la expectativa de recibir nada a cambio. Acepta que mucha gente es diferente, y que cada uno hace sus propias elecciones, y sus valores o principios son diferentes a los tuyos.


2 – No tengas culpas:


  Generalmente tendemos a victiminizarnos cuando las cosas no salen como nosotros queremos. Si hacemos algo, y nos sale mal, tendemos a ver quien se ha equivocado, y nos ponemos de la vereda de enfrente.

  Por lo tanto, esto es algo que debemos revertir, ponernos en victimas no es saludable, a veces es importante, aunque mucho nos duela, asumir nuestros errores y volver a realizar la acción, esto incluso nos ayudara mucho a crecer. 

 No esperes que los demás te digan que la culpa fue tuya, porque esto no pasara, asume y resuelve rápido, es mas saludable.


3 – Deja a un lado las expectativas: 


  Si estas esperando que alguien te diga en tu trabajo que lo que haces esta perfecto, o lo haces bien, o esperas en la pareja que te digan que eres la mejor persona del mundo, esto no es común. 

 Por lo tanto no te generes expectativas. El valor de las cosas que haces lo calificas solo tu. Reconoce tus méritos y no esperes que los demás lo hagan.

4 – Situaciones o personas ideales, no existen:


  La perfección no existe. Trata de entender este concepto, porque es real, y así te evitaras decepcionarte. Acepta a los demás y a ti mismo tal cual son. No existen perfectos y si somos todos imperfectos, incluyéndote.


Fuente: Saludable Gurú / Café lector / Positivo mundo