La vida está llena de simples acontecimientos que muchas veces por su cotidianeidad, pasan desapercibidos, o tal vez, por el sólo hecho de tenerlos, creemos que estarán ahí para siempre sin percatarnos de su valía.



  Sólo cuando nos faltan, sólo cuando la vida nos da un pequeño o gran revés, apreciamos de golpe lo que de verdad edifica nuestro corazón. Lo que constituye cada una de esas cuerdas internas que dan música y sentido a nuestra existencia.

  Las cosas sencillas, amables y discretas forman día a día la orilla de nuestra vida, ahí donde yacer en los días de tormenta y donde todas nuestras alegrías cobran sentido.

  Hay quien suele decir que cuanto más sencilla sea nuestra forma de existencia menos preocupaciones tendremos y menos errores cometeremos. 


  Ahora bien, cada cual es libre de complicarse la vida tanto como desee. Todos tenemos derecho a asumir riesgos, proyectar sueños y a tener un círculo social tan amplio y variado como queramos.


  Lo principal, la clave de todo no está en llevar una vida sencilla sino en ser sencillos de pensamiento y saber qué es lo importante.

  Qué es lo que de verdad hace feliz a nuestro corazón y nos identifica. A partir de ahí, todos nosotros somos libres de edificar nuestros microuniversos particulares. Te invitamos a reflexionar sobre ello.


La llave de la felicidad


  Realmente las “pequeñas” grandes cosas son las que alimentan el espíritu, a diferencia de los que nos vende la sociedad de consumo, la cual nos dice que la felicidad está en el tener.

  “La cultura de hoy a veces quiere hacernos creer que valemos por nuestra ropa, por nuestros autos, por estar a la moda, porque somos poderosos, porque podemos humillar. Pero precisamente toda esa cultura es la llave al gran vacío interior que comienza a caracterizar a nuestra sociedad.” (Encuentra.com)

  La vida es frágil y vulnerable, puede dar un giro inesperado en cualquier momento y sin previo aviso; tal como dice el refrán: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, o más bien, todos sabían lo que tenían pero nunca pensaron que podían perderlo”


  Por eso, vale la pena echar un vistazo a las cosas sencillas que a diario ocurren y encontrar en ellas el sentido que merecen.

  Así como expresa Graciela de Filippis en uno de sus artículos: “El mundo está lleno de sueños, de caricias, de colores, de luz, de esas pequeñas cosas que si uno aprende a exprimirlas y a disfrutar de ellas, tiene la llave que encaja en la cerradura mágica de la felicidad.”

  Finalmente todo lo material viene y va, pero al final solo quedamos nosotros, con lo que somos, con lo que hemos construido, con los aprendizajes que hemos ido adquiriendo, con las experiencias que la vida nos regala.


Llevar una vida plena y consciente


  Llevar una vida plena y consciente es saber entender en qué momento de tu vida estás, y en sentir tu presente, el aquí y ahora.

  Hemos de ser conscientes de lo que nos dice nuestro corazón y de las necesidades que tienes a tu alrededor. Puede, por ejemplo, que trabajar más horas te de la oportunidad de tener más cosas, pero tú eres consciente de que a pesar de todo, prefieres invertir ese tiempo en tu familia.

  Vivir una vida plena es comprender también que cada esfuerzo vale la pena, porque cada cosa que haces te hace feliz y ofrece felicidad a los tuyos.

  Si no hay reciprocidad no hay plenitud. Mira tu vida cómo si fuera un círculo: si no hay equilibrio contigo mismo y lo que te rodea, será difícil disfrutar de esa felicidad.


La sencillez en la vida


  Uno de los valores que ayuda a valorar las cosas pequeñas es la sencillez. Este valor, asociado a la humildad, nos ayuda a reconocer que tenemos mucho de qué y de quienes aprender.

   El libro “Pequeña Guía de los Valores Humanos” de Leslie Rosen, propone algunas ideas para vivir el valor de la sencillez:

- Saber que no somos perfectos y que tenemos mucho que aprender de otras personas.

- Recordar que no somos autosuficientes y que tampoco lo es ninguno de los seres que hay a nuestro alrededor.

- Convencernos de que la felicidad puede encontrarse en las actividades y sorpresas de la vida cotidiana, y que no puede comprarse.


  - Considerar que lo que verdaderamente nos hace más dignos, más humanos, es nuestra capacidad de entrega y dedicación a quienes nos necesitan.

- Ser generosos, amables y tolerantes con cuantas personas encontremos al paso.


 - Conservar la limpieza en la mirada y no mirar al resto de seres humanos con torcidas intenciones.

- Mantener la sencillez y la humildad que nos permite ser flexibles.

- Descubrir el valor de los placeres sencillos de la vida.

- Recordar que la riqueza personal no tiene relación con la económica y material.