Estos desvelos suscitan los compendios del todo y la nada; esa infalible sensación de aferrarse a los ímpetus más sublimes que preceden a todo acto simbólico de la soledad, es pues, el abrebocas de un insomnio cuyas lunas de plata han sido testigo muchas veces. 

  Aquí es donde se espantan recuerdos, tristezas y desengaños, los que sufren en silencio bajo los designios miserables de la nociva y sórdida incertidumbre.
¡Bienvenidos!

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   El embate fatídico del tiempo la ha sepultado innumerables veces, pero renace con más fuerza, cada vez que alguien se atreve a hurgar en la historia. Es incondicional y premia las ambiciones de poder; es una musa que seduce con los cortejos más descarados, profesa los antivalores y sustenta la suerte de los desgraciados. Su hermana quien comparte la misma desdicha, es una  empedernida agitadora de conciencias, presente en todo momento en las apologías del menester. 
  Ambas son viles, canallas, bandidas, intrépidas y se hayan en los miramientos de todo aquel que desee adoptarlas, ya sea por prejuicio o por simple deseo. Los palacios manchados de sangre, los monumentos erguidos, los cantos que se entonan para conmemorar batallas y las figuras a los que se les rinde pleitesía, recuerdan muy bien y enaltecen honoríficamente a este par de hermanas. La memoria no discrimina nada, el poderoso lazo que las une es tan incierto, como la necesidad de prescindir del sentimiento de mantener una existencia viva. 
   
  Se les ve actuar clandestinamente, ante la luz pública, no tienen escrúpulos, prometen y difaman de toda idea, son etéreas, indelebles, y tanta es su hostilidad y osadía que perturban la sinfonía universal. 

- Eduar Said Beltrán

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