He aquí la crónica de cómo una chica de 21 años de edad comienza a olvidar lo más importante en la vida:

  Todo sucedió en una mañana “normal” de este bellísimo agosto. Comencé leyendo el capítulo número XVI del libro “Historia de la Teoría Política” del buen George H. Sabine. Hablaba de unas personitas vestidas con una sotana peleando contra otras que tenían una corona, al parecer iban a tardar mucho tiempo en ponerse de acuerdo así que mejor me permití darles su tiempo, “regreso luego”- les dije.



  Bajé como de costumbre a prepararme un delicioso café, insensible y honesto como me gustan, y es que esa carga extra de cafeína, para mí, tiene una súbita importancia en mi día si quiero que todo funcione como debería.

  En fin, ahí estaba yo conversando con esa taza de café, lista para los quehaceres laborales. Escuchaba la canción de “Tengo 26″ de Andrés Suárez mientras me trasladaba al trabajo, no sé en qué momento mi mente divago tanto, hasta el punto en que me pregunté a qué edad uno puede sentirse tan agotado para hacer un recuento de todos los años, me pregunté específicamente: ¿Cómo sabes qué etapa de tu vida termina y cuando comienza la otra? ¿En qué momento es conveniente decir lección aprendida, borrón y cuenta nueva? ¿Cuándo te sientes listo para hacer una canción acerca de esto?

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  En fin, el último cuestionamiento no la podría responder yo. Pero lo cierto es que me sentí algo vieja, inevitablemente me sentí sabia, pero ¿de qué? si apenas tengo 21. Se supone que eso lo puedes meter en una oración después de los 50. A como veo la situación, cabe la posibilidad de que la mayoría de mi generación y yo no lo hagamos, quizá por ese motivo me di el prematuro lujo de sentirme con tanta experiencia. Pero no fue lo único que se me ocurrió, también lo adjudique a mi imperecedera soberbia, de hecho, aun lo considero un peligro relativo. Pero desde mi lado más iluminado y más desajustado también, me dije: ¿Por qué no? Por que no podemos ser los nuevos protagonistas de nuestras vidas, por que no podemos dar consejos si nuestro buen trabajo nos ha costado llegar hasta aquí, por que existe el monopolio de la sabiduría únicamente para personas mayores de 40 y tantos. ¿Por qué?


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  Existe el punto en que dejamos de ser jóvenes para convertirnos en adultos, de hecho constitucionalmente en México se nos juzga como tal a partir de los 18, pero y ¿Por qué no nos tratan como tal desde esa edad? ¿Por qué nuestro estereotipo como jóvenes (hombres y mujeres) es el “no saber”? y aquí puede ser una causa y efecto o efecto y causa ¿Por qué tanto rollo acerca de la madurez? ¿Eso qué es? Y en vista de que para ese momento ya se me habían olvidado la mitad de las preguntas que intentaba responder, comencé a reprocharme el hecho de no estar tan preparada ahora como quisiera y el reproche se extendió tanto, al punto holista de contemplar a todas y todos los que somos de esta rodada (18-25 y los que se nos quieran unir). 

  ¿Qué estamos construyendo? ¿A partir de que bases vamos dándole forma a el tan incierto futuro? ¿Por qué aún no hemos hecho que confíen en nosotros? ¿Qué se nos cruza por la cabeza? Y en este punto es importante aclarar que no le echo la culpa a nuestros predecesores, sino únicamente a nuestra indiferencia por ser los nuevos arquitectos de la sociedad. Hemos degenerado a tal grado nuestra categoría como jóvenes, que, hasta para un trabajo nos piden la experiencia por escrito, agotamos esa confianza, que si bien, no siempre se nos ha dado, acaso nos hemos preguntado ¿Por qué?

  En fin, bajé del auto, olvidé mi libro, se acabó la canción, me sentí incomoda, una corriente de aire circuló por mi cuerpo de una manera inusual y lo supe; olvide ponerme las bragas.

Y ya olvide por que escribí esto.

- Zulema Ruano